miércoles, 6 de enero de 2010

A George Brassens

Me olvidas,
me haces olvidar,
en tus acordes hablan, en tus deseos juegan.
Las cinco de la tarde; un cuarto de hora de placer.
Una pelota bota en tu altar -kiosk du Musique-
un pensador reflejo de pantalla,
mientras el sol de enreda
con el viento y las hojas
yo me olvido.
Me haces olvidar,
me matas brevemente al pie de un campanario.
Son las cinco y cinco; dies minutos de placer.
La fuente escupe en cemento ameno,
en aguas zanjadas, oscuras y estridentes
en las cuales burbujas de sonidos no sobreviven a la superficie.
No te oigo y me pierdo,
se olvidan,
me haces olvidar.
Son las cinco y diez; cinco minutos de placer.
Se cae el patinete en la hierva, rompe tallos;
punta de aguja en piel muerta
descúbreme las huellas
que los ponys siguen bailando a tu alrededor.
No colorees tanto, traza dibujos, tíntame, no veo.
Me olvidas, me haces olvidar.

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