Leo las partituras de lágrimas futuras
en notas que mis dedos ralentizan
en una ejecución plausible para una minoría
- que te incluye en sus fiestas de opio-.
La pátina perezosa gime en las cuerdas,
que aferradas al cálculo
pierden las ondas en el estucado.
No importa a los pies de qué dioses prolongue los míos
en séptimas ascendentes
que te toco y no suenas.
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